martes, 30 de noviembre de 2010

El factor de protección solar.


Nos bañaremos entonces. En el último ángulo del sol, en el perfil de cualquier día.

Quizás ya, al término de un verano.
Haré inventario de las horas que compactamos sobre la arena y los 100 ml de protección solar.
Me pedirás por última vez la toalla y volverás a secarte el pelo. Luego sonreirás.
Recogeremos nuestras cosas y nos iremos sin prisas. Volveré, entonces, la mirada atrás, preguntándome.
Dónde dejé mis otros veranos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

sobre preguntas fáciles y respuestas difíciles

Hace poco comí con una amiga mía, un día de estos laborales. Hablábamos por hablar, frente a frente, en una  escueta mesita, en el restaurante de un polígono, con la satisfacción que proporciona incrustar al paréntesis laboral una conversación banal.  (No tiene  uno, además, la necesidad de interpretar ningún otro  papel social. El equilibrio de actores es el mismo en el restaurante de un miércoles. Se va a comer. Y poco más). De modo que conversábamos casi sin mirarnos, más pendientes del acierto del tenedor,  arropados con el descaro que proporciona el exilio consentido del trabajo.  La escuchaba a ella, y me entretenía al mismo tiempo escudriñando de reojo las charlas vecinas, mirando de vez en cuando el fondo autista de una televisión, pendiente del trasiego de los camareros, inquieto en todo caso, por mi segundo plato, consciente que una postura de indiferencia es  la diferencia que permiten  la comodidad de estas posturas. Ella hablaba, con locuacidad y cierta complicidad y yo asentía o hablaba , y ella comía; soltó, entonces, repentinamente una pregunta que me desconcertó.  (Creo recordar que la conversación giraba, a salto de mata, en torno a la  vida en general, las experiencias, incluso el  amor, las desilusiones, las parejas… no sé bien...). - Pero a ver dime. Preguntó con el cuchillo en la mano izquierda ¿Tú  qué es lo que más valoras en la otra persona?-  Y digo me sorprendió no porque la pregunta me pareciera que invadiera en exceso mi intimidad, o  estuviera fuera de lugar, o excesivamente escolar,  cualquier contestación habría servido entre amigos.  Me sorprendió porque siempre me atasco cuando trato de explicar que admiro por encima de todo a aquellas personas que tienen “consciencia de su existencia”. (Ahí es ná) Pero mi interlocutora es infinitamente más ágil e inteligente que yo, y sin inmutarse y sin dejar el postre vivo, vino a refundirme lo que yo mismo quería decir.  (En tanto esto es un blog particular sobre literatura  y no me pagan, no entraré en detalles…, o lo hago más adelante).  De cualquier modo, a lo qu voy…,  eso es lo que esconden las lecturas que mejor captan mi atención: El placer de invadir  la existencia de otro, a través de su propia consciencia, para entender mejor la nuestra.  (ein?).

París, esta mañana. Desde la ventana de la parisina más talentosa del mundo mundial

lunes, 8 de noviembre de 2010

sala de espera.

Son las 17: 55 horas, bueno.. . ahora 17:56.


Estoy encerrado en mi coche. E l capó está abierto y trabajan en él. He sacado el portátil. Estoy en el asiento del copiloto.

Esta mañana yendo a trabajar, el coche se vino abajo. El motor se paró en medio de la autovía. Aún con lo inercia me dejé llevar, rezando por encontrar un hueco donde no obstaculizar el denso tráfico de la mañana. Cuando quise detenerlo me di cuenta que los frenos no funcionaban. Tampoco la dirección asistida. Sonó mi móvil en ese instante. Cojones los míos lo cogí. Así que tenía tres problemas.

-Sí, dígame.

-Buenos días, le llamo del servicio de instanet, referente a su reclamación sobre el adsl. ¿le pillo en buen momento?

-si, si.. . Estupendo!, (me dirigía sin remisión al quitamiedos). Lo cierto es que tampoco podía hacer gran cosa.

-queríamos saber si el servicio funciona correctamente.

-pues mire, no. Funciona más que regular… discúlpeme un segundo. Estoy eligiendo un lugar para estrellar el coche.

¿Perdón?

-es sólo un segundo.- a la derecha del carril se abría milagrosamente un hueco, un arriate quitaguas de medio metro aproximadamente, luego algo de campo y un contenedor de basura. Pensé que con un todoterreno no tendría mayores problemas en salvar el arriate. (Luego siempre he querido llevarme un contenedor por delante, de modo que era una magnífica oportunidad).

(Mientras escribo esto mi atención se ha dirigido al un sr, que acaba de llegar. Lleva unos pantalones negros, una camisa roja, un cinturón rojo, unos zapatos rojos, una corbata negra). Estoy en San Juan de Aznalfarache. Le he comentado al mecánico que he visto pueblos feos, pero que este duele. Me ha contestado que una mierda y esto, son dos mierdas. He asentido reflexivamente. Es una gran verdad. Y este señor contribuye.

-Srta. No me cuelgue, por favor. (Llevaba esperando esa llamada hacía semanas).

El coche pasó, efectivamente, por encima del arriate, por el espejo retrovisor vi que saltaba una pieza de los bajos. Agarré con fuera el volante y apunté al contenedor. El golpe fue suave, apenas para tirar a cámara lenta el container verde de las basuras, el coche se detuvo. Saqué la cabeza por la ventana, aún agarrado al volante… y pensé.., pues vaya mierda.

Cogí de nuevo el teléfono.

Srta.?. Sigue ahí?.

Fin de la chorrada, me estoy quedando sin batería en el portatil

domingo, 7 de noviembre de 2010

todas las ventanas.

Despejó de un lado los nombres. Limpió las paredes altas. Ordenó las tapias y los contramuros. y subió a la azotea. Se apoyó en el quicio, descarcelando algunas sombras, al perfil de la terraza. Y permaneció inmóvil.


Le lloraban los codos.

Quedaban aún, sobre las antenas, las mismas imponentes montañas, un rastro usado del día. Los últimos ruidos que evaporaban las aceras. Las prisas ajenas menguadas. El frio del silencio subiendo a tropel huyendo de las habitaciones, empujaba su espalda.

Ya no era un hogar. Las horas habían abandonado los pasillos, la cocina, el baño, las camas, y se habían incrustado en los azulejos, en el cemento, los contrafuertes y los relojes. En los espejos y en los rodapiés. En todas las columnas vertebrales. En los desayunos y en las cenas. Tensó los tendones de los dedos. Crujieron las marquesinas. Levantó los codos. Enmudeció la calle y sus antenas. Dio media vuelta.

Y volvió a bajar.

Y tras él. Su horas fieles.




viernes, 5 de noviembre de 2010

Los Principes, la Hormiga y yo.

Me llamaron el otro día de la Agencia ACE (Agencia del cortometraje), de la que estamos asociados por la empresa. Me comunicaban que habían seleccionado una serie de cortos de animación infantiles, entre el que estaba uno nuestro, que compilarían en un DVD y lo entregarían a los Príncipes de Asturias (Altezas Reales, se ahora que se dice) para su disfrute.



De forma inmediata me vino la imagen de los príncipes abrazados en el real sofá de su casa, un sábado por la noche, con el real mando de distancia entre los delgados dedos de Leticia, viendo en una pantalla de 52 reales pulgadas nuestro plebeyo corto subvencionado “La Hormiga y la Cigarra”.. y no se muy bien, algo no me cuadraba. Lo cierto es que pensé.. ¿se pondrán a zumbar con nuestro corto detrás?. De modo que pregunté:


-oiga.. no son un poco mayores para esto. (No me refería a zumbar)


-no, no.. El regalo es para sus hijas.


-ah. ¿Pero ya tienen niños?


(Silencio acusador de mi interlocutor).


-Dos infantas: Doña Leonor y Doña Sofía.- Contestó con algo de sequedad


-¿Ya son infantas?.- (acerté a inquirir, sin saber muy bien por qué hacía esa pregunta tan ridícula, mis nociones reales son más bien escasas).


-¿Cómo?.


-no, que me parece muy bien. ¿yo tengo que ir para algo?


-¿Dónde?


-a la casa real. Si tengo que ir a la casa real.


(Parecerá una tontería, pero me imaginaba en el salón de los príncipes, en medio de ellos, riéndonos juntos, abrazados y la Leti haciéndome ojitos).


-no, que va. No hay recepción prevista.- (aunque me sonó como un “tú pá ke cokojes tienes ke ir ni ná, peazo gilipoyas).


-¿está usted seguro?. Volví a insistir.- (cuando en la puta vida voy a tener otra oportunidad-.pensaba)


-¿de qué?


-¿de que no me esperan?. Mire, tengo sobrinas, las podría llevar, que hagan migas con las infantas. ¡Seguro que lo agradecen los príncipes!. Vamos, yo me pago el viaje, si hace falta.


-no, mire.. (Comenzaba a notarlo algo cabreadillo). Esto es un regalo que se entregará sin más. Entiende?. Usted me tiene que decir si autoriza la inclusión del corto en el DVD.


-Puede, puede usted incluirlo, pedo apunte en un possit mi teléfono en el DVD, no sea que quieran preguntarme algo, vaya usted a saber. O que me hagan una llamada perdida. Si eso.


Luego se cortó la llamada, posiblemente se quedaría sin saldo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Andando, que es gerundio.

Ando, y luego ando, y vuelo a andar.

Bizco, bizcochado y con una zanahoria. A medio gas.

Ando, y ando, y luego vuelvo a andar.
Pongo un pie delante y ya no está el de atrás.
No nos enseñaron los soles.
Ninguno de los colores.
(No aprendí a caminar).
Por más que ando, y luego ando, y vuelvo a andar.
Hay setas en las autopistas. Y calles listas.
Y gente que se muere en edificios de ladrillo visto.
Y ascensores
De botones negros.
Y es todo muy artificial.
Las bolsas de basura, todos los cielos de cristal.
Las perchas de plástico quizás, las más.
Asi, que ando, y luego ando, y vuelvo a andar.
Y miro atrás o miro adelante.
O no miro. Y respiro, y estiro.
o bien, si me da la gana, me siento.
Total, para ver andar.
O esperarte.
Y caminar.

Valle del Genal. Serranía de Ronda. (Málaga, España)