miércoles, 20 de octubre de 2010

Trafalgar y los soles de Cádiz


Hará cosa de tres años, coincidiendo con mi entrada en la empresa en la que estoy actualmente estoy como gerente, teníamos sobre la mesa un hermoso proyecto: La realización de un documental en 3D animación sobre la Guerra de Trafalgar. La idea me sedujo desde el principio. Previamente se había contratado un equipo de guionistas y documentalistas y los técnicos en infografía habían experimentado con audiovisuales similares. Teníamos por tanto, el guión, y conocíamos las técnicas necesarias de animación. Desde el principio, para entrar de lleno en el proyecto me hice con todos los libros que pude acerca del conflicto: Desde Benito Pérez Galdós a Arturo Pérez Reverte. Y busqué localizaciones para las tomas reales, de Cádiz a Gibraltar contactando con algunos museos en Londres. A medida que iba conociendo más acerca de la guerra naval que enfrentó a España y Francia contra Inglaterra en costas de Cádiz, aumentaba mi curiosidad y fascinación por la época, los detalles. Resultó luego, que tuvimos que focalizar nuestro esfuerzo en el rendimiento empresarial y nos quedamos sin margen ni recursos económicos para afrontar los requerimientos que conlleva un proyecto de esta naturaleza. Y si escribo estas líneas en este blog, que he querido versarlo en torno a los libros y a las lecturas, (luego veremos a ver lo que sale), es porque el resultado de aquel acopio de información y datos tuvo un impacto muy particular en mi vida, y de manera más concreta, en mis veranos.
20 años atrás mis padres compraron un pequeño apartamento en Barbate (Cádiz) entre Zahara y los Caños, de modo que el levante del estrecho y la rubia arena gaditana se convirtió en epicentro veraniego familiar, (y de alguna otra escapadilla robados a los fines de semana de invierno). Un lugar de veraneo, sin más. Así fue a mis ojos durante muchos años, hasta que comencé a involucrarme en el proyecto Trafalgar. Desde entonces, mi percepción es absolutamente distinta, y muy a menudo cuando tengo oportunidad de ir a sus playas, aplaudidas las puestas de sol desde los chiringuitos (un día habrá que dedicar un artículo completo a las sensaciones de las aguas y tardes de Cádiz), me quedo tendido en la arena, largo rato, mirando el mar. Recreo entonces aquel día de 1805, los buques ardiendo, machacándose a escasos metros con enormes esferas de hierro, la arena sobre las cubiertas de los barcos, para drenar la sangre. Las gigantescas banderas coleando en las popas de cada barco, la Santísima Trinidad, el mayor buque de guerra entonces del mundo, construido en Cuba. Los personajes, reales o ficticios, como Gabriel, el protagonista de Galdós, arrastrándose por la playa y salvando su vida en el último minuto, los días posteriores a la batalla, con barcos sin timón cargado de heridos, amputados, meciéndose en el temporal entre vómitos sobre los despojos de madera a punto de hundirse. La guerra de Trafalgar fue un hecho real, una bestialidad. Los ingleses la recuerdan con su Trafalgar Esquare y los españoles, achacando la culpa a la cobardía francesa.
Del proyecto del documental cuyo guión miro a menudo de reojo dejo esta demo, con algunos trazos de animación. Y sé, que volveremos a él. Del mismo modo que inevitablemente se vuelve al sol de Cádiz. Y… a ver, si un día.. sentadito en la arena, dos siglos después, en el remolino de los efectos poéticos digitales actuales, puede decir nuestro equipo, ahí va nuestra aportación como recuerdo y homenaje, y testimonio. En los veranos de Cai uno puede elegir las gafas para el sol, las de Alberti o la historia, o ambas. Luego el mar, es otro. Mucho más inmenso.

2 comentarios:

  1. Es increible lo que nos pueden llegar a influenciar determinadas lecturas, como a partir de ellas cambiamos nuestra manera de ver el mundo o incluso los lugares. Nunca me senté en las playas de Barbate, Zahara de los Atunes o en Tarifa pensando en guerra alguna. Bien al contrario, en las arenas de Cádiz siempre he encontrado una paz que dista mucho de enfrentamientos de ningún tipo. No sé por qué, espero que cuando ahora me tumbé por allí no me venga a la cabeza mayor Episodio Nacional que una buena fiesta en buena compañía.

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  2. En los veranos de Cai uno puede elegir las gafas para el sol, las de Alberti o la historia, o ambas. Luego el mar, es otro. Mucho más inmenso. Jo Jose me trasladaste a mí también años atrás , recuerdos de verano con toda su capa de ozono. R...ecuerdos de playas gaditans llenas de adolescencia y brisa marinera. Me hice adolescente de nuevo recreando mis veranos azules o rosa, llenos de libros de textos de páginas dobladas e incansables tareas colegiales, de caminares en la orilla de caricias de olas en mis piernas que iniciaban tremendos amores , casi siempre imposibles pero siempre divertidos. Y sabes? siempre queda algún libro, alguna vivencia o algún sentimiento especial en forma de recuerdo de cada uno de los veranos de clase media que tuve la oportunidad de vivir.
    Como ya sabrá me encanta la historia , y me encantan las historia y relatos bélicos.
    Por el mar a veces llegar nuestros destinos en forma de mensajes en botellas virtuales de sentimientos y sueños. En la ocasión que describes llegó un destino nuevo para toda una nación. Quizas demasiado engrandecida y que aspiraba a ser imperial y dominadora. A pesar de esto, La historia se repitió y cuando tuvimos la ocasión de aprender y enriquecernos de un mundo nuevo , volvimos a ser imperialistas , conquistadores, avasalladores e impositivos. Una pena de la que todos tendríamos que aprender.
    De todas formas yo me quedo con el mar de cai y de Alberti ... lo que sea..

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